7 dic 2014

Universidades: una crisis a punto de explotar (Semana)

|7 dic 2014

Foto: Edificio de la Facultad de Derecho, Universidad Nacional de Colombia.

Todos los actores de la educación pública concuerdan con que las reformas son urgentes, pues en las universidades campea la politiquería, la mediocridad académica y la falta crónica de presupuesto.

Mientras los colombianos no paran de sorprenderse con los escándalos producidos por los malos manejos de algunas instituciones educativas privadas del país, como la Universidad San Martín o la Rafael Núñez de Cartagena, en los últimos meses se ha acrecentado una crisis en la mayoría de las universidades públicas regionales que amenaza con estallar en cualquier momento.

Gran parte de las 32 universidades públicas regionales tienen serios problemas que van más allá de los financieros. Allí no solo se palpa la falta de calidad y los enredos presupuestales, sino que surgen también enormes líos de gobernabilidad. Huelgas, salones abarrotados y edificios decaídos; rectores ultrapoderosos, nepotismo, pujas internas de poder y denuncias de corrupción y politiquería son cada vez más frecuentes. Ese desgobierno es un cáncer que nadie trató durante años y que ha hecho una metástasis tan peligrosa, que requiere medidas urgentes.

                                          Foto: Conservatorio de música, Universidad Nacional de Colombia.

Una muestra de la falta de control y desgreño que se apoderó de las universidades públicas medianas y pequeñas es la Universidad Distrital. Desde hace varios años un grupo de exrectores, profesores y políticos se la tomó a través de la elección amañada de los miembros del Consejo Superior y la rectoría, todo con el fin de sacarle provecho personal a los recursos del Estado. Pensiones millonarias exprés o ilegales, corrupción en la contratación y amiguismo son el pan diario de cada día, sin que pase nada.

Para la mayoría de los expertos consultados, todo comenzó con la Ley 30 de 1992 que si bien les dio a las universidades presupuestos permanentes, autonomía para autogobernarse y administrarse, terminó siendo un arma de doble filo. Entre 1993 y 2011 el número de alumnos matriculados de todas las universidades estatales creció 232 por ciento, pero los recursos solo aumentaron 80 por ciento. Para 2013, según un informe del Sistema de Universidades Estatales (SUE), el déficit de la educación pública superior ya alcanzaba 11,2 billones de pesos, un monto cercano al hueco que tiene el presupuesto del gobierno para 2015.

Foto: Conservatorio de música, Universidad Nacional de Colombia. Esta es una muestra de que el grado de hacinamiento en las Universidades públicas es altísimo. En esta foto los estudiantes de música recurren a estudiar en el pasillo por la escasez de salones.

Así, al tener presupuestos fijos, las universidades fueron quedando cada vez con menos dinero, y el resultado es hoy por hoy una educación pública con los recursos de 1992 y las necesidades de 2014. Como escribió el economista Salomón Kalmanovitz en el diario El Espectador: “Las universidades sufrieron una reducción de 40 por ciento en los recursos por estudiante. Este estrangulamiento forzó a las universidades públicas a generar recursos propios, a vender consultoría y extensión y, sobre todo, a aumentar matrículas”.

En universidades como la Francisco de Paula Santander de Cúcuta, las matrículas se duplicaron en los últimos años, pero esos recursos no se ven en las instalaciones. Como le dijo a SEMANA un estudiante de esa institución, los salones “viven llenos y sin ningún espacio”. En la Universidad Distrital, algunas facultades reciben casi tres veces más estudiantes de lo que pueden, y los millonarios recursos que reciben se esfuman en contrataciones y pagos de servicios sin que se vean reflejados en la infraestructura. De hecho, el estado de la mayoría de los campus universitarios es lamentable.

Y como no hay para construir salones, ni contratar más y mejores profesores, mucho menos dinero puede invertirse en investigación y calidad. Las cifras ya lo demuestran. Solo 14 de las 32 universidades públicas tienen un reconocimiento de alta calidad, y de los 4.942 programas que ofrecen apenas 420 son premium, es decir, 8 por ciento.

 Foto: Universidad Nacional de Colombia. Este es el lamentable estado de los baños de la Universidad pública más importante del país.

El drama no termina ahí. Para rematar hay una creciente ingobernabilidad en los campus, en los que se viven feroces peleas por los cargos directivos o por el control de los puestos y los contratos, pues en varios departamentos, el presupuesto de la universidad equivale a los de las capitales. En Florencia muchos dicen que el rector de la Universidad de la Amazonia es el segundo hombre más poderoso de Caquetá después del gobernador. Otro caso es el de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), de Boyacá, que tiene un presupuesto comparable al de Tunja. Pero un rector tiene menos control mediático y de los órganos de vigilancia que un secretario de Obras o de Educación.


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